Conversaciones con tu coño

Hay secretos que uno no puede guardar eternamente

Carlos Cobo

3/24/20252 min read

Sí, lo admito, mantengo conversaciones con tu coño, conversaciones en privado, en secreto. Ese músculo de memoria infinita, esa cicatriz que sangra sin morirse, esa boca muda que nunca miente.

He hablado con él más veces de las que me he atrevido a hablar contigo. No es que me falte valor para hacerlo, simplemente, tu coño no adorna, no dice “estoy bien” cuando está a punto de estallar. Él me recibe o me rechaza, no hay más, nunca finge. Tiene la violencia honesta de un animal sagrado. No necesita de la mentira para sobrevivir.

Tu coño sabe cosas que tú aún no has llegado a comprender. No es que yo las comprenda, pero se ha confesado y me ha tocado callar y escuchar. Un día me contó las veces que se abrió por amor, por rabia, por curiosidad, por miedo, incluso por dinero. También le dio por contarme la otra cara de la moneda, cuando se cerró por asco, por culpa, por traumas heredados de madres que también callaron. Y, aún así, ahí sigue. Cansado, hermoso, a veces indignado y otras ilusionado.

Conversar con él, es mirarte sin tu maquillaje emocional, sin tu discurso de mujer moderna, ya sabes, no me van esas mierdas. Muéstrame el barro, la grieta, el caos, la bestia, pero también la diosa.

Tu coño me ha contado al oído cosas que tú aún no te has atrevido a decirte. No me lo estoy inventando, te lo aseguro, me habló de las veces que fingiste placer por piedad, por no romper la noche, por evitar el silencio que aparece cuando deseas estar en otra cama. Me habló de tu primera vez: no como la contaste, sino como la guardaste. De aquel “no” convertido en un “bueno, está bien” que se tatuó en tu pelvis.

No quiero que me tomes por un chivato, pero me cuesta guardar secretos, Dios sabe que lo intento, pero cuando se trata de secretos de cama, no me puedo resistir. ¿Sabes qué me dijo una noche, después del sexo, cuando dormías? Que no necesitaba más dedos torpes ni lenguas que no escuchan. Que quería conversaciones. Conversaciones reales. Que prefería un silencio limpio a un gemido obligado. Lo decía con una seguridad que me asusté, pensé que ya no lo volvería a ver.

Hoy no estoy especialmente hábil con las palabras, la verdad es que pasaba por aquí para decirte que tienes que empezar a escuchar a tu coño. Cuando aprendas a oír lo que nunca has dicho en voz alta… entonces hablaremos tú y yo. Y quizás, con suerte, puede que incluso nos entendamos.

PD: Por el momento, seguiré conversando con él. Porque al menos, a diferencia del resto, aún no ha aprendido a mentir.

Atentamente, Carlos Cobo