Espejos, ventanas y cuentos de hadas
pensamientos entre persianas
Carlos Cobo
10/7/20241 min read
A veces, uno no sabe muy bien a que mundo pertenece. Me he despertado de la siesta y lo primero que me ha venido a la mente es mirarme las manos, a veces tengo algún que otro pensamiento que me lleva a jugar en el borde de un precipicio.
De pie ante el espejo veo un rostro algo cansado, piel cruda, rota. Me pregunto que le queda a alguien cuando se mira de esa forma. Tengo facilidad para preguntarme y aún más para responderme con crudeza, y en este caso la respuesta sigue la línea: Nada. Nada, salvo lo que siempre estuvo ahí: un vacío inmenso que nunca me costó admitirme.
Mientras meo sentado, acerco la cara a la ventana y observo. El sol que antes veneraba, ya no brilla de la misma manera. Tengo la creencia de que el sol es para los que aún creen en algo. Bajo las persianas y sigo a lo mío. De fondo escucho las risas de aquellos que todavía no han comprendido lo que es perder a uno mismo.
Aún quedan mortales que caminan por este mundo teniendo sueños. Me gusta escuchar desde mi exilio, la pequeña trinchera que cavé. Me caen bien aquellos que viven en un cuento de hadas que yo quemé hace tiempo.
No recuerdo a quien escuché hablar sobre el alma con excesiva divinidad, pero recuerdo que tenía muy claro que era algo sagrado, una chispa divina. No puedo evitar reír, el alma no es más que un fardo que nos arrastra por esta vida, un peso que nos hace creer que somos algo más que carne y huesos. Nos alimentan con palabras bonitas y muchas promesas, y al final, terminamos siendo esclavos de nuestros anhelos.
La única verdad desnuda es aceptar el vacío. Ser nada es lo único que nos queda. Solo cuando eres nada, cuando te has desgarrado, puedes mirarte al espejo sin miedo y decirte: “Ya no te pertenezco”.
Atentamente, Carlos Cobo.