Estás muerto y lo sabes

Ten cuidado, dudo que aún te reconozcas.

Carlos Cobo

3/14/20252 min read

Te han domesticado, como a un caniche, bueno, si es que llegas a caniche…

Esto no ha ocurrido de golpe, no te han puesto cadenas en ningún momento, espero. Ha sido algo más parecido a un murmullo constante, un recordatorio algo sutil: eso no se dice, eso no se piensa, eso no se toca, ya sabes, las típicas gilipolleces que salen de la boca de aquellos que viven con miedo.

Y tú, como todos, has aprendido la lección. Primero te mordiste la lengua en público, luego empezaste a corregirte en privado y después ocurrió lo peor: dejaste de pensar ciertas cosas, y no porque no las creyeras, sino porque ya ni siquiera te permitías formularlas en tu cabeza. Estás jodido, muy jodido.

Pero aquí estoy yo, para recordarte, por si se te había olvidado, que el control te ha ganado. No quiero que te engañes tampoco, no quiero que eches toda la culpa a la censura impuesta, el mayor peligro reside en la censura que llevas dentro. No la mordaza externa, sino el bozal autoajustado.

Mírate ahora. Ahí estás, deseando sacar toda la mierda que tienes dentro, deseando cagarte en el subnormal de turno que se acoge al discurso plano y a ciertas corrientes de pensamiento bien vistas y políticamente correctas. Pero no, no tienes la valentía de cagarte fuera, prefieres opinar con cuidado, con la boquita bien chica, escribir con miedo, calculando cada palabra para no ofender, para no desentonar, para no salirte del redil. Has pasado de ser un individuo, a ser un algoritmo que predice lo que puede y no puede decir.

Yo, por si te interesa, aunque lo dudo, te digo que el problema no está ni en la sensibilidad, ni la empatía, ni siquiera la idea de justicia que, en teoría, impulsa toda esta maquinaria de lo políticamente correcto. El problema es la puta homogeneización, la imposición de un pensamiento único que se disfraza de diversidad. El problema es la infantilización del debate, la fragilidad emocional convertida en criterio, la cultura de la ofensa como herramienta de censura.

Pero lo peor de todo es que te has convencido de que está bien. Que estás madurando cual pomelo, que lo tuyo se llama, responsabilidad social. Que no se trata de miedo, sino de respeto. NO TE LO CREES NI TU. Sabes que callas, porque si hablas, algo se rompe. Tal vez te quedes sin trabajo. Tal vez pierdas amigos. Tal vez te echen de tu círculo. Tal vez no ganes el Oscar, como Karla Sofía Gascón. Y en esta sociedad de rebaños, quedarte fuera es una forma de morir. Aunque seguramente, ya lo estés. No me preocuparía por ello.

Cada vez que has decidido callarte, has matado una parte de ti a sangre fría. Cada vez que aceptas una mentira por miedo a contradecirla, entierras otra. Ahora, ya no queda casi nada. Solo una versión diluida de lo que fuiste, un fantasma de lo que podrías haber sido.

Habla idiota, la sociedad necesita incómodos, necesita voces que la obliguen a mirar lo que no quiere ver. Necesita lo sucio, lo incorrecto, lo feroz. No por rebeldía vacía, no por el simple placer de provocar, sino porque sin confrontación no hay pensamiento. Sin fricción, no hay avance. Procura que tu lengua no se atrofie. Hazlo antes de que el bozal se fusione con tu piel. Antes de que te conviertas en nada.

Bueno, no me quiero alargar en exceso, te lo pongo facilito, que comprendo que no te apetezca leerme durante más de 2 minutos, debe de ser agotador.

PD: También puedes seguir callado, me la suda, pero luego no te mires al espejo y te quejes porque no te encuentras.

Atentamente y con mucho amor, Carlos Cobo