La belleza desnuda de los momentos olvidados

Los años me están pegando fuerte

Carlos Cobo

9/5/20232 min read

La belleza está en todas partes, hijos míos. Y no hablo de la belleza que muestran esos lugares a los que la gente normalmente mira. Hablo de la belleza real, esa que te sacude hasta los huesos, la que se encuentra en los rincones de la vida cotidiana.

Momentos que a menudo pasan desapercibidos, pero que son como diamantes en bruto, esperando a ser descubiertos.

Te levantas de la cama y el olor a café te golpea como un puñetazo en la cara. Ese aroma tostado que se cuela por tus fosas nasales y despierta tus sentidos. El café, hijos míos, es como una dosis de realidad en este mundo de ficción en el que vivimos.

Lo curioso es que todo el mundo disfruta el aroma, pero nadie se toma el tiempo para saborearlo. Lo beben como si fuera un combustible, sin detenerse a apreciar la magia que hay en cada sorbo.

Estoy especialmente sensible, debe de ser el paso del tiempo, que me está pegando fuerte.

Esta mañana al abrir la ventana, un aire fresco y revitalizante ha entrado sin pedir permiso y me ha recordado que aún estoy vivo, que todavía hay una oportunidad en este circo llamado vida.

No tengas jamás una vida tan ocupada como para no disfrutar de estos pequeños instantes. Tengo la sensación de que nos hemos vuelto adictos a la distracción y hemos olvidado cómo es simplemente estar presente.

Estos días pasados por agua han sido música celestial caída del cielo. Lágrimas lavando el mundo de sus pecados. Pero, en lugar de apreciar su belleza, nos quejamos y nos escondemos bajo paraguas como si estuviéramos tratando de evitar la pena de la vida. La lluvia es purificación, renacimiento. Baila bajo las lágrimas del cielo y déjate de tonterías. Ya habrá tiempo de secarse, vuelve a ser ese niño que disfrutaba pisando los charcos y empapándose hasta el alma.

Voy recordando la belleza que esconden las conversaciones efímeras con extraños, debe de ser que había olvidado el contacto directo con las personas. Volver a casa siempre alegra los corazones.

Cada uno de nosotros lleva su propia carga, su propia historia, a veces, solo a veces, compartimos un pedazo de eso con un desconocido.

No está de más levantar la mirada y reconocer la humanidad en los demás.

Me gustan las miradas furtivas, miradas que compartes con alguien en la calle. Son como pequeños destellos de conexión en un mundo que a menudo se siente desconectado.

Es como si dos almas se encontraran por un breve instante y compartieran un secreto que solo ellos entienden. Pero, lamentablemente en lugar de abrazar esa conexión, la mayoría de la gente la ignora y sigue su camino. Siempre hay un pero que te recuerda tus dosis de cobardía.

Abre los ojos, abre tu corazón y abre tu mente. Ponle fin al frenético ritmo de la vida. Porque, al final del día, son estos momentos aparentemente insignificantes los que dan significado a nuestra existencia.

La próxima vez que te encuentres atrapado en la rutina diaria, toma un momento para respirar, para observar, para sentir. Porque, en esos momentos, encontrarás la belleza desnuda de la vida, cruda y sin adornos. Y te darás cuenta de que, a pesar de todo el caos y la locura, la vida puede ser hermosa en su simplicidad más pura.


Con afecto, Carlos Cobo.