Los 30: A pecho descubierto
En el camino
Carlos Cobo
6/6/20243 min read
Ah, los 30, los gloriosos 30. Ese momento en la vida donde todo debería encajar, donde se supone que has resuelto el rompecabezas de la existencia. Un trabajo estable, una relación seria y por supuesto, una cuenta bancaria que no te haga llorar cada fin de mes. Menos mal que estoy aquí para hacer un buen spoiler: todo eso es una vil mentira, un blablabla en toda regla.
A los 30 te das cuenta de que el tiempo no solo pasa, sino que te arrolla con una velocidad que no viste venir. Te sientas a pensar en todo lo que dejas atrás y es un maldito inventario de cosas que creías que eran importantes y ahora te importan bastante poco, por no decir nada.
Hablemos del amor, a los 30 uno ya tiene suficientes pelos en los huevos como para saber que es bastante probable que la pareja que tienes actualmente no sea la misma pareja dentro de 2 años. El cuento tiene final feliz pero el nudo es una jodida montaña rusa. El amor no es esa utopía perfecta que nos vendieron, es más una cuestión de recibir con los brazos abiertos a la persona que aguante tus rarezas, alguien que no te saque de quicio con cada pequeña cosa, alguien que te deje ser y al que dejes ser. Ya lo sé, la teoría suele ser fácil, la práctica, es otro cantar.
Las amistades, turno para mis queridas amistades. A los 30 palos y siendo consciente de que sueno como un puto viejo cebolleta, las amistades han empezado a desmoronarse desde hace bastantes años, al menos las mías. Aquellos compañeros de batallas, los que te ayudaron a salir del barro y a los que ayudaste a salir empiezan a ocuparse de sus propias vidas, vidas algunas de ellas bastante insulsas por cierto. A los 30 los vínculos cambian, se van transformando o simplemente desaparecen. Algunos se van, otros se convierten en extraños y pocos se quedan. Y uno se pregunta, ¿qué demonios está pasando? no es otra cosa que la vida, que pasa y cada uno sigue su camino. Vas aprendiendo a valorar a los que se han quedado, ese par de colgados que te conocen de verdad y han decidido quedarse.
La familia, la querida familia. Lazos de sangre que te acompañan toda tu vida. Padres que están envejeciendo y con ellos, tus recuerdos de infancia se vuelven más valiosos, más nostálgicos, hermanos con problemas propios y las malditas expectativas familiares, esas que probablemente nunca llegues a cumplir. Intenta que no te afecte en exceso el ir en contra de lo que esperan de ti. Acepta sus virtudes y sus defectos, sigue adelante.
Uno nunca deja de soñar, pero a los 30, ciertos sueños de grandeza se transforman en recuerdos que se desvanecen, quedando solo la realidad cruda.
La gran mayoría no logrará nada de lo que soñó, y está bien. Aprende a encontrar pequeñas victorias.
Siempre hay algo valioso, puede que sea la edad en la que adquieres una perspectiva clara de quién eres y qué quieres. Puede que te vuelves un maestro del "no". No a las relaciones tóxicas, no a los trabajos que te succionan el alma, no a las expectativas ajenas. Puede, incluso, que en ese proceso, encuentres un pedazo de ti mismo que habías olvidado.
A los 30, dejas atrás muchas cosas. Algunas con nostalgia, otras con un enorme alivio. Pero sigues adelante con la certeza de que, aunque la vida no es perfecta, aún puedes encontrar belleza.
Me gustaría poder decir que a los 30 tengo mi situación económica totalmente controlada, pero la única verdad es que estoy aprendiendo a organizarme económicamente. No asistí a esa clase y ahora me toca recuperar la asignatura.
Del trabajo tengo poco que decir, mi vocación por la vida contemplativa no me permite hablar con mucho conocimiento de causa sobre este área.
Para despedirme, quiero dedicar unas palabras a las resacas de la década pasada.
Habéis durado más que mis relaciones, os quiero con toda mi alma.
Gracias
Con afecto, Carlos Cobo