Me gustan más las madres que las hijas
Ya saben, cuestión de gustos
Carlos Cobo
7/26/20242 min read
Estoy en un momento de mi vida en el que me gustan más las madres que las hijas. Qué frase, ¿eh? Tiene el peso de la tontería y el desgaste del poco camino recorrido. Las hijas, con sus sonrisas frescas y sus esperanzas intactas, dificilmente pueden entender el arte de sobrevivir. Pero las madres...
Las madres han vivido, tienen más calle que una farola. Han visto más allá de las primeras decepciones. Han conocido el sabor amargo de los sacrificios y las promesas rotas. Encuentro una belleza diferente en esa resiliencia, me atraen las arrugas que cuentan historias de noches en vela y lágrimas derramadas. Me gustan las mujeres que han enfrentado tormentas y siguen de pie, sin rendirse.
He conocido mujeres a lo largo de estos años. Algunas me amaron, o eso dicen, otras seguramente me odiaron, pero no hay duda de que la gran mayoría simplemente me olvidaron.
Pero si hablamos de mujeres que han dejado huella en mi vida, tengo que hablar de las madres, ellas han dejado una marca interesante. Te enseñan sobre la paciencia y la fortaleza, te muestran que hay un tipo de amor que no espera nada a cambio, que se da completo y sin reservas.
Es fácil sentirse atraído por la juventud. Con su energía vibrante y ese brillo en los ojos que todavía no ha sido apagado por las decepciones de la vida. Sin duda me atraen las mujeres jóvenes, no hay duda de eso. Pero las madres son otra historia. Han sentido el filo de la navaja, han amado y perdido, han peleado y sobrevivido, y en sus ojos se ve la verdad cruda y sin filtro. Prefiero la dureza de sus manos, las historias que cuentan sin necesidad de palabras, sus cuerpos marcados por el tiempo, más hermosos por sus perfectas imperfecciones. Estoy en un momento de mi vida donde las madres son las reinas destronadas.
Me gusta su verdad áspera, sus besos sabios, la paz que encuentro en sus brazos, un consuelo real, el amor que no miente, que no se rompe, que no pide nada, solo ser.
He llegado a un punto en mi vida donde busco más que la superficie. Quiero profundidad, quiero historias, quiero verdades incómodas. Las hijas pueden ser encantadoras, sí, pero las madres son las que realmente entienden lo que significa ser humano.
Tal vez soy un tanto exagerado, un tanto idiota, pero cuando me encuentro con una madre, veo a alguien que ha vivido y aprendido, alguien que puede mirarme a los ojos y ver más allá de las apariencias. Alguien que comprende que la vida es una serie de altibajos y que la belleza verdadera reside en aceptar ambos con gracia.
Así que sí, me gustan más las madres que las hijas. Al final del día, prefiero a alguien que ha recorrido un camino polvoriento y aún puede sonreír ante la adversidad. Prefiero a alguien que entiende que el verdadero valor está en la lucha, en las cicatrices que llevamos y en la manera en que nos levantamos después de cada caída. Las madres saben eso, y por eso las admiro y las quiero.
Atentamente, Carlos Cobo