Nunca huyas de la creatividad
Noches liquidas, mañanas difíciles
Carlos Cobo
7/18/20232 min read
Me he levantado con un globo acojonante, como si un ser diminuto se hubiera colado en mi cabeza y estuviera golpeando mi cráneo con un martillo. Tengo los ojos bañados en sangre y la cara de un borracho de 46 años, apenas puedo soportar la luz.
Abro las ventanas para que la habitación se ventile, parece que he dormido con dos muertos, el olor es vomitivo.
Consigo arrastrarme hasta la cocina y servirme una taza de café. Está frío, tan frío como mi alma, pero se puede beber.
Ayer fue una gran noche, hoy es un mal día. Reconozco que soy un tipo bastante fácil de convencer, solo necesito como reclamo un buen local de música techno y lo demás es cuestión de tiempo. Los bajos, atronadores, las luces son frenéticas, y las drogas y el alcohol fluyen como ríos. Todo demasiado accesible.
El problema que tienen las drogas es que son unas compañeras de viaje de puta madre. Cada toma es una pequeña muerte y una liberación momentánea.
El tiempo se desdibuja y las horas se evaporan en el momento presente.
Placer, desinhibición, no hay reglas, no hay límites. Vives en una realidad paralela de la que no quieres desprenderte. Hay pocas películas tan buenas con un final tan duro.
La única verdad en todo esto aparece cuando la cruda luz del día hace evidentes las consecuencias de tanto desfase.
La resaca emocional es implacable, una avalancha de sentimientos golpea con dureza. La culpa se adhiere a mi piel y el arrepentimiento se enreda en mi cabeza.
Me miro al espejo, hay un hombre destrozado que parece haber jugado con fuego y haberse quemado.
No soy un tipo al que le guste arrepentirse de sus actos, no hay excusas de por medio, solo queda el sabor amargo de la realidad y las cicatrices de la autodestrucción.
Cojo la taza de café y me la llevo a la boca, hay que tener mucho estómago para seguir bebiendo de este café, mucho estómago o ser lo único que tienes para llevarte a la boca.
Escribir siempre ha sido una especie de acto de redención, la única forma de dar voz a mis tormentos, una catarsis desesperada.
El día va pasando y la resaca emocional me consume, he caído en la trampa de los excesos. Una y otra vez me lo repito, es una piedra en el zapato.
Me tiro en el sofá, según mis experiencias del pasado poco o nada se puede hacer al respecto, pero no está mal dejarse querer de vez en cuando y dejar que te abracen sin condiciones.
Empiezo a filosofar y llego a la conclusión de que hay demasiada belleza en la brutalidad de la experiencia humana.
Hay algo cautivador en la capacidad de enfrentar nuestras miserias.
Siempre viene bien agarrarse a cualquier momento que haga despertar tu creatividad. Si encuentras una mujer bella e inteligente no la dejes escapar, lo mismo pasa con estos momentos que despiertan la creatividad, no los dejes escapar.
Atentamente, Carlos Cobo.