¡Oh, la Dulce Tortura! Viajar con amigos, un beso en los labios, una patada en los cojones.

Viajando con colegas

Carlos Cobo

8/21/20233 min read

Vamos a ser claros, porque no hay espacio para medias tintas en este mundo cruel: viajar con amigos cuando eres un tipo que adora su soledad y su paz interior es como hacer malabares con sierras eléctricas mientras intentas recitar poesía clásica. En otras palabras, estás a punto de meterte en la boca del lobo y ser devorado por la desesperación.

Para alguien como yo, un tipo que prefiere la compañía de su sombra y una botella de vino barato, la idea misma de viajar con amigos parece un cuento de terror mal escrito. Mi paz interior es más escurridiza que una anguila en un riachuelo. Pero, la vida insiste en arrastrarme a situaciones en las que la tranquilidad es un lujo caro que se paga con una moneda llamada "convivencia difícil".La mera idea de compartir un espacio cerrado durante días con colegas que tienen la habilidad de convertir una conversación sobre la previsión del tiempo en una batalla de egos me causa sudores fríos.

Pero bueno, hablemos de esa emoción inicial de planear el viaje, es como la promesa de una noche loca en un bar desconocido: la expectativa está por las nubes, pero nunca sabes si terminará siendo un desastre o una historia que tendrá a tus nietos embobados. Planificar parece divertido al principio, hasta que todos intentan ponerse de acuerdo sobre el destino. Uno quiere playas, otro montañas, y el tercero parece estar dispuesto a ir a cualquier lugar donde haya Wi-Fi para poder mantener su adicción a las redes sociales.

No olvidemos la batalla diaria por la elección de actividades. Uno quiere explorar museos, otro prefiere pasarse el día en la playa y el tercero solo tiene ojos para las mujeres. Y, por supuesto, hay que dedicar tiempo a tomar decisiones grupales tan fundamentales como dónde comer. Al final, siempre se termina en el lugar que nadie quería pero que fue la opción "más conveniente". Pero la medalla de oro se la lleva la convivencia. Esa práctica donde todos tus límites personales y tu necesidad de espacio propio son lanzados por la ventana mientras tus amigos deciden que es un buen momento para tener un debate acalorado sobre la diferencia entre un hot dog y una salchicha. Todo muy vital.

Y llega la noche, cuando estás luchando por conciliar el sueño y alguien decide que es el momento perfecto para practicar su imitación de Chewbacca. Siempre hay un cabronazo que ronca como si no hubiera un mañana. Pena de muerte para todos aquellos que tienen complejo de venado.

Pero espera, la diversión no acaba ahí. Porque, ¿qué sería un viaje con amigos sin esas discusiones filosóficas sobre asuntos trascendentales? Estás sentado en la mesa del bar, intentando disfrutar de tu bebida, y de repente, uno de tus amigos decide que es el momento perfecto para hablar sobre la existencia de vida alienígena y su impacto en la política internacional. ¿Puedes oír eso? Es el sonido de tu cerebro despidiéndote.

Por no hablar de las dinámicas de grupo, que cambian más rápido que el clima en una ciudad costera. La camaradería que florece en la primera etapa del viaje puede convertirse en un campo de minas en un abrir y cerrar de ojos. Amigos que parecían tan confiables como un viejo Chevy oxidado pueden transformarse en versiones viajeras de Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Un momento están compartiendo una pizza y al siguiente están a punto de arrancarse los ojos por decidir qué atracción turística visitar. Hay momentos en los que me ataría unas piedras a los piés y me lanzaría al mar con tal de no estar en medio de esas gilipolleces.

Es gracioso cómo las pequeñas cosas que normalmente pasarías por alto en la vida cotidiana, en un viaje son motivo de suicidio. Viajar con amigos es un ejercicio de autodescubrimiento y paciencia. Aprendes más sobre ti mismo en una semana con amigos que en años de terapia. Pero, sobre todo, aprendes a apreciar la importancia de la relación que tienes con esos seres humanos desquiciantes que llamas "amigos".

Así que aquí está mi veredicto: viajar con amigos cuando eres un individuo solitario que valora su tranquilidad es como estar atrapado en un carrusel emocional que te hace querer gritar y reír al mismo tiempo. Es como recibir un masaje y una patada en las pelotas simultáneamente. Es un atraco descarado a tu soledad y paz interior, pero en el proceso, también descubres que quizás no necesitas esas cosas tanto como pensabas. Suelta las riendas de tu necesidad de control y ríete de ti mismo mientras te dejas llevar por la amistad. Te garantizo que, al final del día, tendrás historias que contar, lecciones aprendidas y una nueva perspectiva sobre la vida.

Con cariño, Carlos Cobo