¿Puede un asesino convertirse en mártir social?

Jugando en los márgenes

Carlos Cobo

6/15/20251 min read

En ocasiones, matar ilumina, además de redimir.

Todo crimen tiene dos cuerpos. El que cae y el que se levanta. El primero tiende a ser noticia. El segundo, historia. Y a veces el asesino deja de ser verdugo para volverse apóstol. Héroe de una causa que necesitaba sangre para florecer.

Vivimos en la era de la narrativa, no de la ética. Y en las narrativas modernas, el asesino puede, y a veces debe, ocupar el altar.

Un asesino es un criminal. Un mártir es un símbolo. Pero en medio de ambos hay una zona ambigua, donde la sangre derramada se vuelve argumento. Todos hemos sentido cierta simpatía por quien asesina a un violador, a un maltratador o a un político corrupto. ¿Quién no ha deseado, al menos una vez, que alguien “lo mate por nosotros”?

El mártir asesino es, simplemente, el producto final de un sistema que ya no confía en la ley, que siente que la justicia es una farsa. El mártir asesino actúa donde el Estado falla. Es el puñetazo que todos quisieron dar. El disparo que viene cargado de frustraciones colectivas.

¿Está bien? ¿Está mal? A nadie le importa. Al final, la historia no juzga por moral, se limita a juzgar por impacto. Jesús, Yesus para los colegas, fue crucificado como un delincuente. Hoy, es Dios. El Che mató, fusiló, y el tipo posó sonriente. Hoy en día, hay camisetas con su careto.

LOS MÁRTIRES NO PIDEN PERMISO.

Es simple, a la sociedad le va la sangre, la necesita para recordar. La pureza no deja apenas huella. El crimen, sí

En un mundo en ruinas, lo único que despierta a los dormidos es el estruendo de un disparo bien dirigido.

Atentamente, Carlos Cobo