Un genio destruido deja un legado millonario

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Carlos Cobo

5/18/20252 min read

El sistema no quiere artistas. Quiere mártires con merchandising, no hay más, no me intentéis hacer cambiar de idea. Me niego.

El genio autodestructivo es uno de los iconos más rentables del siglo XXI. Es adorado, diseccionado, imitado. Vamos más allá, su caída se llega a convertir en documental, su adicción en poesía, su suicidio en contenido barato y… BOOM, negocio a la vista.

No hablamos de salud mental. Hablamos de capital simbólico. De cómo el dolor ajeno se convierte en una experiencia estética para las masas gilipollas que necesitan sufrir por terceros mientras toman café de especialidad. Puto café de especialidad, menudo invento del demonio.

¿Está loco o es un artista?, la única verdad es esta: NO IMPORTA UNA MIERDA. El arte moderno ha canonizado la patología. No como algo que se cuida, sino como algo que se explota. La angustia ya no se trata. Se vende. Se convierte en estética. Las cicatrices son el nuevo CV.

Amy Winehouse. Sylvia Plath. Kurt Cobain. Antonin Artaud. Van Gogh. ¿Genios o enfermos? ¿Santos o cadáveres útiles? El capitalismo del alma no tiene escrúpulos. Hemos llegado a un punto en el que los hemos convertido en logotipos de la sensibilidad radical. Me atrevo a decir que en ocasiones ellos lo sabían, lo olían, lo intuían . Y siguieron adelante. El genio autodestructivo no solo arde: quiere arder. Su vida es su manifiesto. Su muerte, el punto final que le da sentido al relato.

Esto, es una simple opinión de un tipo que anda tumbado en su cama. No me hagan caso, no merece la pena.

Lo que más me gusta de todo esto, es ver como fingimos duelo pero sentimos excitación. Porque lo que verdaderamente nos atrae, no es su obra: es su colapso. No es su belleza: es su fractura. La cultura del espectáculo no soporta a un artista funcional. Necesita al loco. Al adicto. Al que se desangra en público para que el espectador se sienta profundo por un segundo.

El genio autodestructivo es un arma cultural porque rompe con el discurso higienista, con la narrativa de la superación y el éxito.

El genio autodestructivo habita esa zona gris donde la locura no se entiende, pero se le saca pasta. Donde el sufrimiento se convierte en estética y la muerte en trending topic.

Y cuando cae, todos lloramos. Y luego pasamos al siguiente. Sin más, sin pena ni gloria.

Venga, no me apetece alargar mucho este comentario, voy a comenzar con lo verdaderamente importante. Mirar al techo mientras no hago nada

Atentamente, Carlos Cobo