Un halo de esperanza

La búsqueda insaciable

Carlos Cobo

7/14/20233 min read

Tengo la sensación de que el tiempo se desliza entre los dedos como si fuera arena. La vida es vertiginosa; el letargo es perpetuo y empieza incluso a incomodar.

¿Cómo hemos llegado a este punto de completa negligencia hacia nuestra propia vida?

A veces, corrijo, a menudo, soltamos las riendas de nuestra vida y dejamos que se nos escape por completo, deja de pertenecernos, o eso parece. Perdemos toda responsabilidad para con ella, estamos vivos pero no vivimos.

Me siento como una marioneta, no veo los hilos, pero estoy seguro de que están colocados estratégicamente para que no los vea. Salgo a la calle con la esperanza de encontrar algo de luz, pero solo hay miradas vacías y miradas que han perdido el brillo de sus ojos. La gente camina rápido, como si temiera el contacto con el suelo; todo pasa desapercibido, ya nada tiene relevancia.

¿En qué momento nos hemos convertido en muertos que caminan sin rumbo? Los días se desvanecen y parece no importarnos. Nos despertamos, nos arrastramos como gusanos de seda hasta el trabajo, realizamos nuestras tareas mecánicamente, mantenemos las mismas conversaciones una y otra vez, y cuando llega la hora de comer abrimos nuestro tupper, un tupper que esconde la comida que la noche anterior hemos preparado con más prisa que cariño. Salimos del trabajo con la ilusión de quien se engaña pensando que el día acaba de comenzar, vamos al gimnasio para cuando toque mirarse al espejo tener la excusa perfecta para revolcarnos en nuestro ego, como los cerdos en el barro. Al llegar a casa, nos tiramos en la cama y empezamos a consumir entretenimiento sin sentido, nos refugiamos en la comodidad artificial de nuestras vidas virtuales. Y los días pasan y las ganas van decayendo.

¿Qué clase de atrocidad estamos haciendo con nuestra vida?

Es un asesinato, un asesinato en toda regla, una tragedia silenciosa que se desarrolla ante nuestros ojos.

¿Acaso es esta la vida que deseamos?

Puede que estemos demasiado anestesiados para poder afrontar este cambio con la valentía que se necesita.

Una existencia gris, vacía, una farsa de vivacidad mientras estamos atrapados en la apatía y la mediocridad.

¿Qué nos tiene que pasar para que reaccionemos?

¿Debemos esperar una catástrofe personal, un golpe del destino que nos despierte de nuestro letargo?

Demasiadas preguntas, y más teniendo en cuenta que soy bastante catastrofista en estos momentos. Todas las respuestas que puedo aportar son demasiado negativas.

Después de una ducha de agua fría y una cena hecha con bastante amor, tengo las fuerzas suficientes para ponerme frente al ordenador y escribir lo que ahora mismo siento.

El primer paso para reconducir esta mala película es reconocer nuestra responsabilidad en esta espiral descendente. Somos cómplices de nuestra agonía, pero también hay que tener en cuenta que podemos convertirnos en los arquitectos de nuestra redención. Es hora de tomar el control, de sacudir la indiferencia. Es el momento de cuestionar nuestras elecciones, nuestras prioridades y nuestros valores. ¿Qué nos impide vivir plenamente? ¿Qué miedos nos paralizan? ¿Qué excusas nos contamos a nosotros mismos para justificar nuestra inacción?

Es hora de desafiar las normas, de escapar de las cadenas de la conformidad. Rompamos con la monotonía y con las expectativas impuestas por una sociedad dormida. Busquemos la pasión, la autenticidad y la conexión humana en un mundo que nos empuja hacia la alienación y la superficialidad.

En esta era de distracción constante, en la que nuestras mentes están a merced de estímulos superficiales y vacíos, debemos estar atentos a la belleza que radica en los detalles, en los pequeños momentos que pasan desapercibidos si no estamos atentos.

Contemplar un amanecer de forma consciente, dejar que el sol acaricie nuestra piel, sentir la brisa en nuestro rostro. Me encantan los días de lluvia, empaparme hasta los calzoncillos y recordar que aún estoy vivo.

De fondo, estoy escuchando "The Velvet Underground and Nico". Siempre encuentro inspiración en este álbum. Ya no se trata solo de prestar atención a lo que se dice, sino de sumergirse en lo que esconde. Son estos pequeños momentos los que me recuerdan que la vida no está tan mal y que siempre, siempre nos quedará el arte como refugio.


Con afecto, Carlos Cobo